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Polvo y napalm

El pájaro

El pájaro El pájaro se acercó volando y se posó en mi hombro. Me miró fijamente y me dijo:

- Apestas.

Mi primera reacción, entre molesto y, por si fuera cierto, avergonzado, fue olerme el sobaco. Me había duchado aquella mañana, o quizá el día anterior; en cualquier caso, hacía un calor de mil demonios y era posible que, efectivamente, apestara.

- Hablaba en sentido figurado, lerdo. – dijo. Era sorprendente que un pájaro de quince centímetros fuera capaz de atacar así a un tipo de casi cien quilos y barba de una semana. – No digo que todas las personas apestéis, algunas hacen cosas que no están mal del todo, pero sin duda tú eres un payaso. Sinceramente, eres el tipejo más lamentable que he visto nunca.
- ¿De qué coño vas, pajarraco? ¿qué te has creído que eres? – le contesté, de la forma más convincente que se puede hablar a un gorrión.
- ¿Y tú? ¿qué te has creído que eres tú? El eslabón más alto de la escala evolutiva y blablabla, - dijo imitando el tono de algún narrador de documentales. - ¡Y una mierda! Las personas sois lo más inútil que hay.
- ¿De qué cojones hablas? ¡Las personas somos, como mínimo, mucho mejores que los gorriones!
- ¡Y una mierda! ¡Los gorriones podemos volar! – exclamó el jodido pájaro mientras revoloteaba alrededor de mi cabeza. - ¿qué puedes hacer tú que se compare a eso?
- Yo puedo pensar.
- ¡Vete al cuerno! ¡Estoy hablando contigo desde hace diez minutos, está claro que yo también puedo pensar!

Dudé un momento antes de contestar; por ahora, el hijoputa llevaba razón.

- Los hombres hemos llegado a la luna. Hemos construido puentes gigantescos, rascacielos, aviones y tenemos penicilina y píldora anticonceptiva.

- ¿Cuántas veces has estado TÚ en la luna, gilipollas? – dijo, posándose de nuevo en mi hombro. - ¿Cuántos puentes has construido? Ya dije que algunos hombres están bien, pero que en general, y tú más, capullo, sois escoria. Mírate, aquí, tirado en el césped lleno de cagadas de paloma (buagh, como las odio; son tan inútiles como vosotros, pero huelen mejor y vuelan), fumando sustancias ilegales y atiborrándote de cerveza en vez de ir a clase... aunque no sé qué es peor, porque para lo que aprendéis en clase... que si prefijos, que si sufijos, que si palatoalveolar, que si Chomsky por aquí, Chomsky por allí... ¡Menuda sarta de estupideces! ¡Y encima inútiles! ¡más te valdría aprender algún oficio que perder el tiempo aquí de esta manera! ¡Como mínimo, si te hicieras albañil, podrías ayudar a construir alguno de esos puentes que decías!

Hmmm.... empecé a creer que el muy cabrón tenía razón. Iba a empezar a cuestionarme muchas cosas acerca de la evolución, la situación del ser humano en el reino animal y demás, cuando recordé algo que realmente se nos da bien a todos, algo que hasta yo podría hacer. No me molesté ni en contestarle: le cogí el cuello entre el índice y el pulgar, y con un leve movimiento, casi sin hacer fuerza, se lo rompí. Lo envolví en una página de “20 minutos” y lo tiré a la papelera, antes de entrar a clase de morfología.

1 comentario

Alejandro -

Che, buenisimo el cuento! Me encanta la simplesa y gracia con la que representas una realidad muy dura