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Polvo y napalm

El grito

El grito Despertó sobresaltada. Se incorporó como un resorte en su cama y corrió hasta la ventana; presa de los nervios, luchó primero contra la cortina, y contra la persiana después. El manubrio estaba roto, y la abrió simplemente tirando, conteniendo aún su rabia. Sacó medio cuerpo y desde su quinto piso gritó. Fué el mayor grito que jamás nadie haya dado. Millares de cabezas que andaban por la gran avenida se giraron hacia el cielo, buscando la fuente de aquel sonido sobrecogedor; los coches frenaron y derraparon: hubo accidentes, muertos y heridos. Cientos de cristales estallaron a la vez y los perros ladraron como locos mientras ella seguía gritando, sin saber por qué, solo de rabia. O de miedo. O de dolor. Y cuando el grito terminó, llegaron las ambulancias, la policía y los bomberos. Llegaron los cristaleros, y todo el mundo se preguntaba qué había pasado y qué significaba. Pero al poco, a nadie le importaba, y todo siguió como entonces.

Y ella quedó llorando, sentada bajo la ventana. Afónica.

Imagen:
http://www.oletuarte.com/_oletuarte/esp/artistas/ficha_artista.asp?key=PG25TURL7ZYGCGT5OJQBSNEM9C6QLH

1 comentario

lore -

:O Sin palabras. Bueno sí: precioso... Yo a veces tengo muchas ganas de gritar, así, pero siempre me atraganto antes...