El sueño
Al hombre le corresponden por nacimiento muchos placeres; sin embargo, a medida que se ha ido socializando, el acceso a estos se ha ido restringiendo poco a poco y en realidad, muchos de los derechos que nos habia dado la naturaleza se han convertido en privilegios. Quizá el ejemplo más claro, en nuestro próspero y rico primer mundo, sea el sexo, pero existen otros placeres mas elementales, como la comida (no para alimentarse, sino para degustar) o el ocio que realmente están al alcance de muy pocos, o en todo caso al alcance de muchos, pero de forma racionada.
Para él, no existia más placer que el dormir. Trabajaba ocho horas y dormía dieciseis; pero es que él no dormía: soñaba. No he oído hablar de nadie que le pasara lo mismo: él soñaba lo mismo todos los días. No era un sueño que se repetía, sino que era el mismo sueño, un sueño que se continuaba cada noche dónde lo había dejado la anterior. Había empezado hacía tiempo, cuando él aún disfrutaba más despierto que dormido, tenía novia, amigos y le gustaba hacer cosas; poco a poco, en el sueño hizo amigos mejores, encontró nuevos pasatiemposc y conoció a una chica más guapa . Hacía unas semanas ella había ganado un gran premio en un concurso de belleza, y para celebrarlo, él le había comprado un collar de diamantes tan grandes que no se lo podía poner. Paseaban todas las noches por playas interminables, mientras sonaba música de arpas y violines, hasta que llegaba la hora de despertarse e ir a trabajar; era sin duda un momento trágico. Ella se echaba al suelo, se abrazaba a sus piernas y lloraba y pataleaba, suplicandole que no se fuera; pero él se iba, con el corazón roto, y en todo el día no dejaba de pensar en cómo estaría ella cuando él volviera, si habría estado llorando hasta entonces, o si le habría sucedido algo al volver sola desde la playa a su casa.
Estaban abrazados, desnudos, acariciados por las olas (que no mojan si es en sueños), viendo el amanecer, y ninguno de los dos se atrevía a hablar, porque sabían que el despertador estaba a punto de sonar otra vez. Al primer "bip", la miró a los ojos y vió como una lágrima sonreía en su ojo; y decidió que no se iba a despertar, que se quedaría allí, aquella noche y siempre.
Imagen:
http://www.iadb.org/idbamerica/Spanish/JUL01S/jul01s3p1.html
Para él, no existia más placer que el dormir. Trabajaba ocho horas y dormía dieciseis; pero es que él no dormía: soñaba. No he oído hablar de nadie que le pasara lo mismo: él soñaba lo mismo todos los días. No era un sueño que se repetía, sino que era el mismo sueño, un sueño que se continuaba cada noche dónde lo había dejado la anterior. Había empezado hacía tiempo, cuando él aún disfrutaba más despierto que dormido, tenía novia, amigos y le gustaba hacer cosas; poco a poco, en el sueño hizo amigos mejores, encontró nuevos pasatiemposc y conoció a una chica más guapa . Hacía unas semanas ella había ganado un gran premio en un concurso de belleza, y para celebrarlo, él le había comprado un collar de diamantes tan grandes que no se lo podía poner. Paseaban todas las noches por playas interminables, mientras sonaba música de arpas y violines, hasta que llegaba la hora de despertarse e ir a trabajar; era sin duda un momento trágico. Ella se echaba al suelo, se abrazaba a sus piernas y lloraba y pataleaba, suplicandole que no se fuera; pero él se iba, con el corazón roto, y en todo el día no dejaba de pensar en cómo estaría ella cuando él volviera, si habría estado llorando hasta entonces, o si le habría sucedido algo al volver sola desde la playa a su casa.
Estaban abrazados, desnudos, acariciados por las olas (que no mojan si es en sueños), viendo el amanecer, y ninguno de los dos se atrevía a hablar, porque sabían que el despertador estaba a punto de sonar otra vez. Al primer "bip", la miró a los ojos y vió como una lágrima sonreía en su ojo; y decidió que no se iba a despertar, que se quedaría allí, aquella noche y siempre.
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